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el coronel chabert

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Tremenda historia ésta, que tan magistralmente sale de la pluma del genial Balzac. Un relato que nos llega al alma, nos emociona, nos conmueve profundamente. Una narración que trata dramas universales originados por los lazos del matrimonio, los lazos de la amistad, las convenciones sociales, la actuación de la justicia, valores como la verdad, la honradez…la vida y la muerte. Es la historia de un muerto que vuelve a la vida, o mejor, un muerto en vida. Porque obviamente, el muerto no es tal, pero se le da como tal. Y al reaparecer se crea una cantidad de conflictos inimaginables para el que, ilusionado, inicia el retorno a lo que cree su hogar, su esposa, su patrimonio. Pero el mundo al que vuelve ya no es el que dejó.

Nacido el último año del siglo dieciocho, Honoré Balssa, de Balzac, (Tours,1799-París,1850) y tras una infeliz infancia, tuvo una vida turbulenta, siempre oscilando entre la bancarrota y algunos periodos de derroche, probó distintos negocios, todos desastrosos, empezando muy pronto a escribir. Su enorme producción, englobada dentro de lo que él mismo tituló La Comedia Humana, comprende unas ciento y pico novelas, numerosos relatos y artículos de prensa, así como obras teatrales. Convencido de que los humanos son el producto de las presiones sociales y el entorno que les rodea, recreó en sus obras todo un mundo y un submundo absolutamente realista, poblado de cientos de personajes. Escrita en 1832, cuando ya llevaba publicadas, entre otras, Eugenia Grandet, La piel de zapa, y Papá Goriot, en esta breve novela, El coronel Chabert, hace un pequeño cameo de sí mismo, en la persona del abogado Derville, que estudia sus casos por la noche, en medio del silencio y la total tranquilidad, como el propio Balzac hacía cuando se ponía a escribir, bebiendo café tras café, a lo largo de las horas nocturnas mientras la ciudad dormía. Era su horario habitual, retratado por Zweig perfectamente en su biografía.

Un coronel del ejército napoleónico, Chabert, que tras haber seguido a Napoleon en Egipto y diversas campañas, dirige un ataque victorioso –aunque pírrico- en Eylau, donde las tropas imperiales rusas se enfrentaron a las francesas, es dado por muerto por el propio Napoleón. Su esposa, con la que compartía su patrimonio y ante la carencia de hijos, se ve en posesión de todos sus bienes, y en breve se vuelve a casar con el joven conde de Ferraud, con el que tiene dos hijos. Y ambas fortunas crecen, así como sus ambiciones. Mientras tanto, la política francesa ha ido evolucionando: Napoleón fue a Elba, volvió, y finalmente, tras Waterloo, permanecía desterrado en Santa Elena. Los seguidores de Napoleón son mirados con malos ojos, ahora triunfa la Restauración y sus nuevos valores, y la sociedad se reorganiza de nuevo, olvidados los terribles días revolucionarios. Pero el pobre coronel no había muerto: malherido, fue recogido por unos campesinos y pasó meses entre la vida y la muerte, sobreviviendo finalmente en condiciones penosísimas, pasó años de hospital en hospital, lejos de su país y sin contacto con su esposa, a la que envió varias misivas sin obtener respuesta. Tras mucho tiempo –diez años- consigue volver a París, a un París completamente diferente del que quedó atrás cuando marchó siguiendo a Napoleón. Tampoco él es el mismo: envejecido, enfermo, mendicante, irreconocible….y en busca de un abogado que le ayude a recobrar lo que le pertenece.
Parece obvio: él no ha muerto, luego en teoría su patrimonio y su esposa le corresponden. Pero ni su patrimonio es suyo ahora, y su esposa ya tiene dos hijos con su nuevo marido, además, sabe de su existencia, le detesta y resulta un incordio. Y lo peor es que no hay pruebas inmediatas y evidentes de que él sea Chabert. Todo esto, sus discusiones y razonamientos con el abogado Derville, que busca una manera para abordar a la condesa, y la paulatina mentalización de su desastrosa situación por parte de Chabert, nos va poniendo en evidencia la doble moral, la hipocresía, el juego verdad/mentira, justicia /injusticia en una sociedad donde todos acaban de cambiar de chaqueta y de bando y lo que huela a pasado, huele mal.
La desesperación de Chabert, los engaños de su ex esposa, que se vale de su encanto y de los rescoldos de amor que aún duermen en el corazón del viejo coronel, las intrigas del abogado para conseguir ganar el caso, las del secretario de la condesa, que espera un ascenso, las ambiciones del conde Ferraud de ascender en la escala social,….con todos estos ingredientes el gran Balzac nos construye un edificio humano, en el que lo más difícil de encontrar es justicia y amor. Quizás la posición más honrada, simbólica de los tiempos, sea la adoptada por Chabert, fiel a sí mismo y a sus principios de honor, prefiere ser herido a herir, ser humillado a humillar, recibir golpes a golpear. Mientras tanto, el mundo sigue. El discurso final del abogado Derville resume un panorama tan desalentador que le justifica para escapar de la sociedad mundana y refugiarse en la paz campestre.
La edición de Funambulista, en un cómodo formato realmente de bolsillo, cuidado y con una excelente traducción de Max Lacruz, que ha tenido en cuenta la primera traducción a cargo de Joaquín García Bravo en 1903, mejorándola y aprovechando sus aciertos.



Honoré de Balzac
(Honoré u Honorato de Balzac; Tours, Francia, 1799 - París, 1850) Escritor francés. Junto con Stendhal y Gustave Flaubert, es el principal representante de la novela realista en su país y una de las grandes figuras del realismo europeo. En 1814 se trasladó con su familia a París, donde estudió derecho y empezó a trabajar en un bufete, pero su afición a la literatura le movió a abandonar su carrera y a escribir el drama Cromwell (1820), que fue un rotundo fracaso.
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Honoré de Balzac
Sin embargo, el apoyo de Madame de Berny, mujer casada y bastante mayor que él, le permitió seguir publicando novelas históricas y melodramáticas bajo seudónimo, que no le reportaron beneficio alguno. Emprendió varios negocios, que acabaron en fracaso y le cargaron de deudas, que, sumadas a las derivadas de su afición al coleccionismo de arte y su tendencia al derroche, lo pusieron en una difícil situación.
Afortunadamente, con El último chuan (1829), la primera novela que publicó con su apellido, obtuvo un gran éxito. A partir de entonces inició una febril actividad, escribiendo entre otras novelas La fisiología del matrimonio (1829) y La piel de zapa (1831), con las que empezó a consolidar su prestigio. La amistad con la duquesa de Abrantes le abrió las puertas de los salones literarios y de la alta sociedad.
En 1834, tras la publicación de La búsqueda de lo absoluto, Honoré de Balzac concibió la idea de configurar una sociedad ficticia haciendo aparecer los mismos personajes en distintos relatos, lo que empezó a dar a su obra un sentido unitario. Por entonces inició su intercambio epistolar con la condesa polaca Eveline Hanska, con quien mantuvo una intensa relación, aunque sus encuentros fueron breves hasta la muerte del marido de ella (1843). En 1847, poco antes de morir, se casó con Eveline, pero entretanto mantuvo relaciones con sus otras amantes.
En los últimos años de su vida fue presidente de la Société des Gens de Lettres (desde 1839) e intervino en numerosos asuntos públicos como director de la Revue Parisienne, al tiempo que sufría el acoso de sus acreedores. En 1841 se inició la publicación de sus voluminosas obras completas bajo el título de La comedia humana, aunque de las 137 novelas que debían integrarla, cincuenta quedaron incompletas.
Balzac es considerado a menudo como el fundador de la novela moderna, y su preocupación por el realismo y el detallismo descriptivo se halla en la base de la posterior novela francesa, aunque su realismo convive siempre con elementos románticos y con trazos del Balzac «visionario», tal como lo definió Baudelaire.