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El regreso. Hisham Matar.

Por Katharina Haller

La hermosa sorpresa de la segunda parte, es saber que la madre del protagonista no era ajena al trabajo político de su esposo.
Si bien confieso que hay unos apartes del libro que me parecieron muy difíciles de entender, incluso me atrevo a decir que enredados por las disquisiciones alrededor de los sentimientos encontrados que genera la posibilidad de encontrar por fin una respuesta, el libro tiene en esta segunda parte un clímax, y es el relato de los encuentros y contactos con el hijo de Gadafi, donde yo alcancé a tener la esperanza de que realmente le iban a contar la realidad de lo sucedido con el padre del escritor.
Se vuelve a manifestar la angustia de no pertenecer a ningún sitio cuando se anhela tanto la tierra donde se nació. Por ejemplo cuando recuerda lo escrito por Jean Rhys: “Nunca formaría parte de nada. Nunca pertenecería a ninguna parte y lo sabía, y toda mi vida sería igual, tratando de integrarme sin lograrlo. Siempre iría mal algo. Soy una extranjera y siempre lo seré, y después de todo no me importa mucho” o cuando empieza a imaginarse, estando en Bengasi, que va a volver: “En secreto, empecé a imaginarnos enviando nuestros libros, fotos y música allí. Meterlo todo en un contenedor y mandarlo a aquella ciudad por mar, una ciudad hecha para acoger lo que llega”.
Me impacta definitivamente su poesía al describir las luces “Hacía sol. La luz, más que iluminar el valle, parecía derramarse sobre él y llenarlo como si fuera un líquido” o cuando más adelante al describir la arquitectura de las ciudades que ama, habla de la ventaja de Bengasi: “Pero hay algo más, un material arquitectónico que no pertenece a ninguna otra cultura o período. Es temporal y único de Bengasi. Es quizá el más importante que existe allí, más que la piedra. Se trata de la luz. La luz de Bengasi es un material. Casi se puede sentir su peso, la forma en que cae y sostiene a su objeto”.
Hay otro aspecto que es desgarrador y que explica seguramente muchas cosas que no entenderemos si no conocemos las historias en profundidad: la frase con que terminaba el cuento que escribió el padre de Matar: “Decidí trabajar y sobrevivir”. Interiorizar esto, seguramente explica la fortaleza o la indiferencia de personas que nos vamos encontrando por el mundo… Y esta frase que resume elegante, hermosa y desgarradoramente la acción de los colonialistas: “como si el país de uno fuera una oportunidad para que los extranjeros se liberen de sus demonios y cumplan sus ambiciones”…
Hay una disquisición que encontré un poco desorientadora pero que a mi modo de ver muestra la vena del escritor que buscar detalles, como si estuviera cogiendo las palabras con pinzas. Cuando su primo les entrega la primera carta del padre donde dice que nadie debe enterarse de que envía correspondencia o “de lo contrario, escribe, caeré en un abismo sin fondo” y empieza a pensar “en el verbo caer. Por qué mi padre decía “caeré en un abismo sin fondo” cuando seguramente quería decir “me tirarán”?.. Y la descripción del abismo –sin fondo- me enervó más todavía. La palabra “abismo” ya era de por sí bastante mala, ¿por qué adjetivarla?. Eso, por razones que entonces no podía explicar, me inquietó más que ningún otro detalle de la carta”… Cuando uno se obsesiona con algo, empieza a encontrar cosas y sitios de interés donde nadie se imagina nada…
Otra angustia, mezcla de orgullo y temor: cuando piensa si a su padre torturado habrían logrado sacarle la información de quién llevaba las cartas… “Me avergonzaba pensar esas cosas, porque ¿quién puede culpar a un hombre por hablar bajo tortura, y menos aún si es tu propio padre?. Pero no se trataba sólo de una cuestión de orgullo. De alguna manera necesitaba saber que no se quebró, que continuó reteniendo lo que era suyo, que había un lugar en el que nunca lograron alcanzar”…
Para mí fue un golpe en el corazón su información de que Mandela no había querido pronunciarse sobre el tema de su padre. “lo que estaba claro era que incluso un hombre tan grande como Nelson Mandela se sentía demasiado en deuda con Gadafi como para arriesgarse a irritarlo”. Explica esto el reconocimiento por las buenas obras que alcanzó a ejecutar el que después se convirtió en un tirano feroz?
Finalmente señalé un aparte que me puso a pensar en nuestras situaciones cercanas. “La gente no puede elegir su historia –le dijo al hijo de Gadafi quien le manifestaba querer ser su amigo e incluso su hermano- Y si dos hombres con historias tan dispares como la suya y la mía pueden considerarse amigos, y quién sabe, tal vez incluso hermanos, eso es algo que sin duda contribuirá a sanar nuestro país”.
Para resumir, diría que es una hermosa forma de describir la angustia que significa la desaparición de un ser querido. Todo el tiempo estuve pensando en esas madres que cada día, cada semana, por años, salen con las fotos de sus seres queridos para preguntar por su paradero. Repite una y otra vez: “lo que quiero descubrir es cómo y cuándo ocurrió, y dónde podría estar su cuerpo”. Sanaría esa herida si, como deduzco, nunca obtuvo una respuesta exacta para su lucha por conocer el paradero y las circunstancias de la situación de su padre?